Lecciones en el Campo y Sabiduría Gallera

10 Min Read

“El Legado del Gallero: La Historia de Manolito” Capítulo 2

El Campo y Sabiduría Gallera: Después de la primera pelea. Donde Centella se destacó como un verdadero guerrero, Manolito sintió una conexión profunda y única con su gallo. Cuidarlo no era solo una rutina; era como un ritual de respeto.

1. El Primer Gallo Propio: Un Vínculo con “Centella”: En el Campo y Sabiduría Gallera

Su abuelo le enseñaba que cada gallo tenía una personalidad propia, y que solo aquellos que realmente dedicaban tiempo a conocer a sus aves podían entender lo que cada uno necesitaba.

En las madrugadas, Manolito salía al corral, asegurándose de que Centella estuviera cómodo y en forma. “Un gallo no es solo un animal de pelea, es tu compañero de vida”. Le decía su abuelo mientras acariciaba el plumaje de uno de sus gallos viejos, un giro llamado “Relámpago”. Centella, por su parte, parecía entender que Manolito lo respetaba. Y siempre respondía con una fiereza silenciosa y alerta que reflejaba la confianza entre ambos.

2. La Jornada de Preparación: Un Trabajo de Dedicación

Cada semana, Manolito seguía al pie de la letra el entrenamiento que su abuelo le había enseñado. El joven gallero no solo se enfocaba en la fuerza física de Centella, sino también en su resistencia y agilidad. Pasaban horas en el corral, en un ejercicio de paciencia y destreza.

Un día, Manolito se enfrentó a un reto inesperado. Centella había desarrollado una leve cojera en su pata izquierda, y aunque parecía insignificante, sabía que esto podría afectar su rendimiento. La lección fue clara: como gallero, debía ser cuidadoso con la salud de su gallo. Con ayuda de su abuelo, aprendió a curarlo con hierbas naturales, a vendar la pata y a masajearla suavemente. En esos momentos, Manolito comprendió que la crianza de un gallo no solo consistía en la preparación para la pelea. Sino en el cuidado y la empatía.

3. El Campo y Sabiduría de Don Ismael: Historias de un Pasado Gallero

Las noches en la finca tenían un encanto especial. Alrededor de una fogata improvisada, Don Ismael contaba sus historias del pasado, relatos sobre combates épicos y lecciones que había aprendido en su juventud. Estas historias transportaban a Manolito a un mundo lleno de personajes pintorescos, de héroes y leyendas que se habían labrado un nombre en las galleras de Puerto Rico y más allá.

“Hubo una vez un gallero llamado Don Emiliano, un hombre que tenía un gallo tan fuerte que lo apodaron ‘El Gigante del Yunque’”, empezó una noche. Los ojos de Manolito brillaban de fascinación mientras su abuelo narraba cómo aquel gallo había vencido a todos sus contrincantes, y cómo su dueño lo había cuidado con tal devoción que era casi como un hijo.

Don Ismael continuaba con historias de viejas rivalidades, de apuestas que cruzaban las montañas y de amistades forjadas en el calor de una pelea. Para Manolito, cada relato era una lección oculta. Y aunque algunas de esas historias podían parecer fantasiosas, comprendía que había algo de verdad y de enseñanza en cada una.

4. Encuentros en el Mercado: La Búsqueda de Gallos y Aves Raras

Los domingos, Manolito acompañaba a su abuelo al mercado, un lugar donde se encontraban los mejores criadores de gallos. Intercambiando experiencias, conocimientos, y a veces, aves exóticas. Este lugar era una especie de catedral gallística, donde cada gallero venía con sus mejores ejemplares y la sabiduría de generaciones.

En una de estas visitas, Manolito conoció a Don Anselmo, un criador de gallos famoso por sus gallos azules, un tipo raro y difícil de criar. Don Anselmo les mostró a su ave estrella. Un imponente gallo llamado “Azul Profundo”, cuyo plumaje parecía reflejar el cielo mismo. Fascinado, Manolito escuchó con atención mientras Don Anselmo explicaba el proceso cuidadoso que había seguido para criar un ave tan especial. Aprendió que cada raza tenía sus propias cualidades. Y que en el mundo de los gallos, la diversidad era tan importante como la destreza.

Ese día, Manolito decidió que, algún día, criaría sus propias aves únicas, aves que reflejaran su dedicación y su estilo como gallero. Para él, la crianza era un arte, y en su mente, ya visualizaba los colores y patrones de los gallos que criaría en el futuro.

5. Amistades Forjadas en la Gallera: Compañeros de Vida

No todos en la gallera eran familiares, pero con el tiempo, Manolito desarrolló amistades entrañables con otros jóvenes y viejos galleros. Uno de ellos era Ernesto, un joven de 16 años que. Aunque venía de una familia distinta, compartía la misma pasión por los gallos. Los dos pasaban horas hablando sobre las mejores técnicas de entrenamiento, la dieta ideal, y los gallos favoritos de cada uno.

Ernesto le enseñó a Manolito algunos trucos para mantener a los gallos relajados antes de la pelea, y juntos formaron una especie de hermandad. Para ellos, la gallera era más que un lugar de combate; era un espacio donde se compartían sueños y aprendizajes, donde cada uno apoyaba al otro. La amistad de Manolito y Ernesto era un recordatorio de que. Aunque los gallos peleaban, entre los galleros podía existir respeto y camaradería.

6. La Prohibición y el Debate Comunitario: “En el Campo y Sabiduría”

Sin embargo, no todo en la vida gallística era sencillo. En el pueblo, comenzaron a circular rumores sobre una posible prohibición de las peleas de gallos. Una noticia que preocupaba profundamente a la comunidad. Manolito notaba las miradas de preocupación en los rostros de los galleros más viejos, quienes hablaban de sus temores en voz baja.

Una noche, la comunidad organizó una reunión en la plaza, y Manolito asistió junto a su abuelo y su padre. La reunión estuvo llena de emociones encontradas: por un lado. La tristeza de perder una tradición y, por otro, el deseo de defender lo que muchos consideraban una parte esencial de su cultura.

“Nosotros respetamos a nuestros gallos, los tratamos como a la familia. Esto no es crueldad; es nuestra forma de vida”, decía un hombre mayor con voz firme. Manolito observó en silencio, sintiendo el peso de su herencia y de la responsabilidad que tenía de preservar su cultura. Fue en esa reunión donde comprendió que su rol como gallero no solo era criar y entrenar a sus gallos. Sino también proteger y honrar el legado que generaciones anteriores le habían dejado.

7. Un Sueño en la Noche: El Espíritu del Gallero

Aquella misma noche, Manolito tuvo un sueño. En su visión, se encontraba en una amplia finca, donde los gallos de todas las razas y colores corrían libres. Él era adulto, un hombre fuerte y respetado, con años de experiencia y sabiduría a sus espaldas. Junto a él, su abuelo y su padre lo miraban con orgullo, como si reconocieran en él el resultado de sus enseñanzas.

En el sueño, Manolito sentía una paz profunda. Sabía que había honrado su tradición, y en su pecho latía una certeza: el espíritu del gallero no se apagaba. Al despertar, sintió una renovada convicción y una profunda paz. Estaba listo para enfrentar lo que viniera y, sobre todo, para continuar con la herencia gallística.

8. La Despedida de Don Ismael: Una Promesa de Continuidad

La vida siguió su curso, y con el tiempo. Manolito enfrentó una de las pruebas más duras: la despedida de su abuelo. Don Ismael, un pilar en su vida, llegó a sus últimos días rodeado de su familia y de sus gallos. Antes de partir, le dejó a Manolito unas palabras que él llevaría en su corazón para siempre. “Hijo, cuida bien de nuestros gallos y de nuestra tradición. Esto no termina contigo, sigue adelante.”

Manolito, con lágrimas en los ojos, prometió que así lo haría. Para él, las palabras de su abuelo eran más que una despedida; eran una misión, una promesa de continuidad y de fidelidad a su herencia.

Haz clic para leer el siguente capitulo: AQUI

Share This Article